martes, 27 de diciembre de 2011

Y llego la Navidad… y los regalos

Nuestros hijos están preparando la Carta a los Reyes Magos. En mi casa, la carta empieza con un “Queridos Reyes Magos, me llamo Alicia y este año he sido muy buena… me gustaría que me trajerais…” y aquí es donde antes empezaba una larga lista de trastos y cachivaches.

La sociedad consumista en la que vivimos nos lleva a todos (especialmente a los niños) a hacer una carta quilométrica, llena de cosas que creemos que nos hacen felices. Cosas que nos entran por los ojos, que los demás tienen o dicen tener, cosas destinadas a ocupar nuestro tiempo y espacio y a distraernos. ¡TANGIBLES! …que harán que la larguísima lista no comience con un “hacer que aquellos a los que quiero sean felices”, más aún, difícilmente lo pondrá ni tan siquiera al final.

Hace algunos años, avergonzados por tener que hacer varios viajes desde casa de los abuelos por la cantidad de juguetes que había, y viendo que se podían guardar la mitad hasta el verano y las niñas ni se enteraban… acordamos moderación y empezamos a cambiar aquello que estaba en nuestras manos. Ya sabemos que los Reyes “existen y son mágicos” pero deben alcanzar a todos. Y deberían poder dar algo más que muñecos, cocinitas, pelotas, coches y toda clase de cacharros electrónicos. Se decidió que los “Reyes” escogieran de la lista uno o dos presentes por niña y en fomentar aquellos regalos que permitieran que la familia jugara unida.

Como los “Reyes” hacen y deshacen a su antojo (como saben nuestras hijas), hemos convertido los regalos de cumpleaños (que están enteramente en nuestras manos como padres) en actividades. Así, el cumple de cada una de ellas nos lleva de excursión, al zoo, al Tibidabo… a donde se pueda; pero con la condición de que lo disfrutemos todos. Hemos cambiado regalos por convivencia… y cuando no se ha podido hacer algo “especial” pues la salida ha sido a pasear y tomar un helado.

Y empieza la crisis… que a nosotros nos ha pillado entrenados y convencidos…

Y en la parroquia te dicen que hay 60 familias que van cada semana a buscar la comida que necesitan para subsistir. Y te enteras de que tus amigos y conocidos no tienen trabajo, o cobran tarde… ¿Y yo voy a pedir un iPod?

Este año hay que dar una vuelta más de tuerca y, siguiendo las indicaciones de los que saben, y sabiendo que el 2012 será un año de recesión vamos a explicarles a las niñas que la carta debe ser generosa con todos. No basta con llevar al Cotolengo los juguetes y la ropa que no usamos. Este año en la carta deberá poner “la paz en el mundo” y “felicidad… amor, salud y trabajo para todos”. Deberemos ser egoístas con nosotros… Y generosos con los demás. ¡Y ya serán sus “Majestades” los que decidan a quiénes les dan qué, cuándo, dónde, cómo… y porqué!

Este año más que nunca debemos apostar por lo que nos una a todos y lo que haga felices a los demás… ¡Vamos a pedir para otras familias y a ver que nos traen!

martes, 1 de noviembre de 2011

Las 10 reglas de oro para sobrevivir a una Gran Familia - Parte I

Siempre me he caracterizado por añadirme una carga extra a cualquier tarea o deber que tuviera que desempeñar. Así, si tocaba hacer 30 flexiones yo me autoimponía 35, siempre llevaba y traía todos los libros por temor a no tener todo el material (esto me destrozó la espalda), repetía los apuntes hasta dejarlos impecables, leía tres libros por semana cuando los demás necesitaban tres semanas para leer uno… toda la vida me he esforzado por destacar con el esfuerzo adicional que eso acarrea. En general es bueno superarse pero ha habido muchos momentos en los que me ha pesado –esto es una confesión en toda regla– y no he sido capaz o ya era demasiado tarde para tirar la toalla y abandonar la proeza. Ahora soy práctica y capaz.
Como no podía ser de otra manera… tengo más hijos que la media (afortunadamente no tengo ningún familiar directo de mi generación con más de cinco hijos…)  Y como tampoco puede ser de otro modo, hay ocasiones en las que me pesa. No obstante, a diferencia de todo lo anterior, mi familia es lo mejor que me ha pasado en la vida. ¡Las adoro! 
Para poder sobrellevar la carga que supone ser su madre cuento con un entrenamiento excepcional, con el gran amor que siento por ellas y con una serie de reglas de sentido común que me hacen la vida más fácil y que os quiero compartir. La mayoría son de manual pero intentaré trasladaros también algunos trucos que me permiten hacer varias cosas simultáneamente.






Mis reglas básicas:
  1. Hay que compartir la responsabilidad y las tareas entre todos los adultos que conviven en la familia: el padre, la madre… los abuelos. Y digo “conviven” porque la unidad familiar está compuesta por todos los que viven bajo el mismo techo y debería ser autosuficiente. Contar con otros familiares o personas externos es de gran ayuda pero supone un riesgo. Lo ideal sería que cualquiera de los adultos fuera capaz de manejar la situación por sí solo de manera que, aunque acostumbren a haber roles asignados, todos saben hacer de todo. ¡Mucho más flexible! ¡Ideal cuando uno de los dos viaja!
  2. Es fundamental establecer una rutina que permita a los niños adelantarse al siguiente paso.  De este modo no hay sorpresas y se pueden evitar con mayor facilidad disputas y peloteras cada vez que se debe iniciar algo. Todos somos, en cierta medida, reacios al cambio (por pereza, por cansancio, porque ahora estamos entretenidos…) y en especial los niños. Resulta mucho más fácil discutir quién es el primero en entrar en la bañera (lo que ya da por supuesto que hay que bañarse) que ponerse a razonar cada día si es conveniente o no hacerlo.
  3. Las tareas se pueden simultanear. Es importante pararse en algún momento a pensar cuáles y cuándo pero el ritmo del día a día nos da una pista. Si trabajamos fuera de casa, las obligaciones deben concentrarse en un espacio de tiempo más corto y esto resulta entonces vital. Recomiendo observar los tiempos que tardan las máquinas y acostumbrarse a no moverse de una habitación a otra con las manos vacías.
  4. Es imprescindible aprender a delegar y confiar en los pequeños. Aunque nosotros hagamos las cosas mejor y más rápido la participación de los hijos en el desempeño de algunas las tareas permite repartir la carga del hogar y les enseña a valorarlas y respetarlas. Pueden hacer las camas, poner la mesa, tender la ropa, dejar recogidas las estancias por las que pasan, ayudar a preparar las comidas, salir a comprar el pan… etc.  ¡Son capaces! 
Y algunos trucos: 
  • Cuando en alguna ocasión tengo a una niña en la bañera y no me queda más remedio que hacer al mismo tiempo otra cosa (vestir a las demás, asegurarme de que no se quema la cena, poner tiritas a una niña que se ha cortado con el filo del papel…) la hago cantar. En caso de que dejara de cantar me pegaría una carrera hasta el baño. Nunca ha pasado.
  • Hacer que los niños hagan los deberes juntos crea un buen ambiente de estudio, favorece la colaboración entre ellos y permite que podamos atenderlos a todos mientras realizamos alguna tarea en la misma sala. Yo suelo trabajar con el ordenador, leer o doblar ropa y contesto a las preguntas después de preguntar a los demás… así hago que las mayores piensen y refresquen conocimientos de cursos anteriores.
  • Tengo dos estantes llenos de todo tipo de material escolar básico para los imprevistos. Cartulinas, papeles de colores, etc. Aprovecho ofertas de las grandes superficies y lo voy reponiendo a medida que lo usan.
  • En la nevera tengo esquemas con los horarios y las actividades extra-escolares. Piscinas, chándales… etc.  Con los años he reservado unos cajones que tienen los bañadores, toallas, gorros, chándales y varios para todas. Así si en alguna ocasión no está aún limpio algo pueden usar la pieza de alguna de las hermanas que se ajuste lo suficiente.
  • Dado que en el fin de semana tenemos más tiempo, aprovechamos para atenderlas especialmente. Suelo lavarles yo la cabeza a todas, les corto las uñas, repaso el pelo, busco piojos… y les pongo crema hidratante. Al hacerles el masaje con la crema tengo la oportunidad de dedicarles un tiempo de mimos y “cuento pupas”. Es una forma de ver que están bien y sanas. Mi marido suele jugar con las demás mientras tanto.
  • Cada día alguno de nosotros es el protagonista del día. Así intentamos garantizar que, a lo largo de la semana, todos recibimos el cariño de todos. Ese día, durante un rato, tocan caricias en el pelo sentados en el sofá y mimos, algún cuento… etc.

… Continuará…

martes, 25 de octubre de 2011

¡Cuando los profesores imponen sus propios limites! Un sistema imperfecto...

Es frecuente que nuestros hijos nos puedan explicar anécdotas de lo más variopinto que les suceden a lo largo del día. En ocasiones, como madre, me hierve la sangre cuando me entero de que se ha producido una injusticia y de que mis hijos no han sido capaces de “luchar” o argumentar como adultos lo que viven como niños. Siempre, en primera instancia, evito desautorizar al profesor… la verdad suele estar a mitad de camino de ambos y en cualquier caso es un adulto formado en quien confío. En cualquier caso, mi respuesta a mis hijos suele ser algo similar a: habla con más calma del tema con el profesor o escríbele una nota.

Escribir una nota les permite sintetizar y formalizar su pensamiento y les proporciona el tiempo suficiente para poderse explicar sin interrupciones. No olvidemos que son niños y que les podemos hacer perder el hilo de cualquier exposición con mayor facilidad. Los podemos “despistar” y desenfocar con facilidad. Escribiendo son atendidos hasta el último “punto y final”. Además al escribir será más difícil que puedan incurrir en alguna falta de comunicación o que puedan utilizar palabras malsonantes… ¡Es más formal!

No soy una niña pero… En este caso, el esfuerzo deberé hacerlo yo, dado que se me han ocurrido un montón de barbaridades al enterarme de que un profesor ha dicho en clase que él nunca pone un 10 (escala de calificación escolar habitual y que se utiliza en todo el resto de colegio) dado que considera que “la perfección no existe”. Pobres Dalí, Picasso, Rembrant… Leonardo DaVinci. No quiero ni pensar cómo se lo iban a tomar los filósofos como eternos buscadores de la verdad… o los “exactos” matemáticos… Los físicos lo encajarían mejor con un “todo es relativo: su 9 es mi 10”.

Se me ocurren un montón de argumentos por los que el profesor debería replantearse esta “mágica regla” autoimpuesta. Sólo os traslado los tres más importantes:

  1. Si bien la perfección no existe (y sólo se le atribuye a Dios) entiendo que si puede puntuarse con la máxima calificación un trabajo. Deduzco que un bien merecido 10 vendrá establecido por un conjunto de factores que se valorarán tales como la realización del ejercicio, presentación del mismo, su entrega en el plazo estipulado, etc.  y que han resultado ser  “excelentes”.
  2. Es importante que el maestro tenga en cuenta que, si bien los niños deben aprender a aceptar sus errores y la derrota cuando no hacen bien las cosas (no hay medalla para el cuarto en una carrera), es muy importante premiarles y reconocerles el esfuerzo plenamente. En última instancia… si nunca van a poder alcanzar el deseado 10 ¿para qué esforzarse al máximo? Deseamos que nuestros hijos sean los mejores y se esfuercen cada día por hacer las cosas mejor pero aún no tienen la madurez necesaria como para “palmearse” ellos solitos por sus logros. Solo falta que sientan el peso de la injusticia que se cierne sobre ellos porque hay alguien que no quiere valorar por principios su “excelente” desempeño. En una carrera: este profesor no hará medallas para el primer premio, ¿o si?
  3. Su nota, la nota de su asignatura, cuenta en el promedio de todo el resto de las calificaciones que el niño obtiene a lo largo del curso. Por poco que pueda parecer, promediar con un 9 ó un 10 puede hacer no sólo que el niño tenga una mejor nota de curso sino incluso que pueda superarlo (no es lo mismo un 4,5 que un 5). Llegados a este punto, si al final el profesor votara a favor para darle un empujoncito reconociendo que era un alumno de 10 en su asignatura y así aprobarlo, no me parecería justo. Sería discriminatorio con el resto. No hay que enmendar lo que no se hace mal.


Una cosa es indudable… la perfección no existe lo que queda patente en el momento en que un maestro, unilateralmente y al margen del sistema educativo decide aplicar su propio “librillo” y se saca de la manga una norma que únicamente puede conformar a los mediocres.

Si mi hija es excelente… ¡Por favor! Pónganle el 10 que se merece.

Mientras tanto y con el permiso de todos… creo que en una escala del 0 al 10… ¡al maestro lo voy a suspender!  

miércoles, 12 de octubre de 2011

¡Los profesores de lengua! Cuando el insulto sólo es una mera acepción…

Lo cierto es que siempre me han gustado las letras aunque mis estudios y mi carrera profesional me hayan llevado más cercana al camino de las ciencias. Jugando al Trivial jamás escogería marrón, azul o amarillo ¡sin duda verde! o naranja o rosa… al final ¡supongo que se un poquito de todo y un muchito de nada! Y no suelo perder… ¡o no por goleada! 

¡Volviendo a la lengua! En este momento siento compasión por los profesores de lengua ya que tendrán que dedicar aún más minutos lectivos a explicarles a los niños cómo interpretar correctamente una acepción. Esto ya lo hacen… pero deberán implicarse más y, seguramente, ponerse de acuerdo con otros docentes (ética, religión o ciencias naturales…) para poder establecer un plan curricular adecuado que permita a los niños utilizar correctamente el diccionario (rico donde los haya)… Y me explico:

Como ya sabréis, se da el caso de que se ha revocado la condena de un hombre por amenazas a su mujer dado que el término “zorra” no tiene porqué utilizarse con menosprecio o ser un insulto, sino que puede ser una mera calificación que hace referencia a su astucia…  Se me hace difícil pensar que un señor reincidente y con antecedentes por un delito de malos tratos en el ámbito de la familia, estaba piropeando a su mujer. Pero ni soy juez, ni tengo todos los datos necesarios para valorarlo.

A lo que iba… Decidme ahora cómo les explico yo a mis hijas que incluso con independencia del contexto de la frase (esto va en contra de lo que mis profesores de lengua me explicaron de pequeñita - pero ya no hay EGB sino EP y ESO) deben tener la mente abierta y no contestar hasta procesar todas las posibles interpretaciones de cualquier barbaridad que les suelten.

Es más, una vez procesada toda esa información, como la gente es buena por naturaleza y el/la energúmeno/a que tienen delante seguro que es una bellísima persona con buenas intenciones, siempre deberán escoger la interpretación más cordial y bondadosa. ¡Ánimo “zorritas” (1) mías que esto sólo es un piropo… ¡Le dais un fuerte abrazo al/la “cabroncete/a” (2) que tenéis delante y tan amigos!

Más aún (y puestos a ser precavidos…) yo involucraría también a los profesores de psicomotricidad y deporte para que puedan explicarles con detalle a los niñ@s la diferencia que puede existir entre algún tortazo o golpe involuntario durante la práctica de cualquier deporte (en casa se hace mucho: flexiones delante de la lavadora, estiramientos para tender la ropa, pesas con las cacerolas y cacharros que metemos en el lavaplatos… abdominales en el sofá para alcanzar la jarra de cerveza de la mesa del salón, etc.) o una “pequeña” paliza. ¡Ay!.. ¡No! Si le estaba acariciando la carita y al estornudar el hice un moradito de nada… ¡Así hasta 25 estornudos! Esta alergia...


(1) Figurativo: Persona astuta y solapada.
(2) Coloquial: Dicho de un hombre: Experimentado y astuto.

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Tienen claro nuestros hijos lo que se espera de ellos?

La historia que ahora os voy a contar es real y supuso un cambio importante en mi forma de estudiar y de plantear razonamientos. De enfrentarme a los problemas…

Siempre he sido una estudiante correcta (habitualmente con una media de Notable). Cuando llegue a 2º (o 3º) de BUP y estudiando Ciencias Puras, tropecé con M.A. Era una mujer pausada y rigurosa que nos impartía Filosofía y aprendí mucho de ella…

Los primeros dos trimestres y con una trayectoria general bastante correcta me suspendió con un “Muy Deficiente” 1T y posteriormente con un “Insuficiente” 2T. Para mí fue una gran decepción porque había estudiado en ambos casos y, especialmente, en el segundo.

Desesperada porque no era capaz de remontar la asignatura y viendo que iba a suspender el curso decidí solicitarle una entrevista para justificarme y decirle que estudiaba y para que me explicara qué debía hacer para aprobar su asignatura.

Su respuesta fue que, efectivamente, ella ya veía que yo estudiaba y que además me había esforzado pero que ella pretendía que fuéramos más allá. Su interés era que nos imbuyéramos en la propia asignatura hasta el punto de asimilar y replicar su forma de hacer. Es decir, deseaba que fuéramos críticos y filósofos en prácticas. Que nos aventuráramos a opinar sinceramente (a riesgo de emitir una opinión en contra de lo que ella o la mayoría pensaban) apoyándonos en todo lo aprendido durante el curso. Mencionando pensamientos y filosofías de los ilustrados… etc. Al entenderlo se me abrió el cielo… ¡Por fin sabía lo que debía hacer para aprobar!

El tercer trimestre conseguí un Notable (aspirando únicamente a aprobar) y recuperé y aprobé el curso con un promedio de Bien. Posteriormente en selectividad conseguí un 9,8…

Me enseño a pensar y razonar. A exponer de forma ordenada y respaldada las opiniones que tenía… a estudiar de un modo aplicado y creativo.

Cuando a mis hijas se les “atraganta” una asignatura les pregunto:  -¿Qué espera tu profesora que hagas para aprobar?  Y siempre me contestan: -Pues que estudie… (Y me pregunto: ¿Seguro? ¿Sólo eso? ¿Empollar, vomitar y olvidar?)

¿Tienen claro nuestros hijos lo que se espera de ellos? ¿Enseñamos a nuestros hijos a pensar y expresarse… a opinar? Y cuando no atinan con algo… ¿Les animamos a informarse y hablar para averiguar el: cómo, porqué, cuándo… etc.?

martes, 4 de octubre de 2011

“¿No ve lo que hace su hija? Se puede hacer daño…”

En muchas ocasiones nos encontramos con que los niños tienen un potencial que para nosotros resulta sorprendente. Nos superan. ¡Casi dan miedo! No siempre tengo la sensación de poder ser capaz de darles siempre una respuesta… saben más que yo. Son más inquietas, más inteligentes, están más informadas…

Suelo encontrarme con personas que se escandalizan porque parece que el dar libertad a nuestros hijos es una irresponsabilidad. No podemos dejar que suba al tobogán sola porque se caerá… He oído muchas veces que me decían “¿No ve lo que hace su hija? Se puede hacer daño…”

Aunque mi respuesta normalmente acostumbra a ser algo parecido a un “No me quedan manos porque son 5” y gano con ello una mirada confusa pero bastante compasiva; en realidad pienso que las conozco, a cada una de ellas, conozco su potencial, las he visto hacer ese ejercicio muchas veces y lo “dominan”. Me parece sano que asuman ciertos retos y que la creatividad les lleve a probar acrobacias como ésta. ¡Me divierte! Yo era igual y mis padres me dejaron cuerda…

Por otra parte suelen ser chiquilladas que les permiten conocer sus propios límites. Lo curioso es que empezaron subiendo un palmo, dos palmos y al ver que podían hacerlo me preguntaron… ME LO PREGUNTARON (aquí está el secreto – si es razonable las dejaré y ayudaré) yo estaba cerca y les dije que las sujetaba si se resbalaban. Ahora el único límite es que NO es correcto porque las paredes se manchan… Y LA GENTE NO LO ENTENDERIA.

Obviamente, descartando aquellas actividades que son realmente peligrosas: no las dejaría asomar medio cuerpo por una ventana, caminar sobre la barandilla del balcón, meter las manos en el horno, introducir unas tijeras en un enchufe, consumir drogas… etc., creo que no deja de ser otro ensayo.

Realmente… ¿No creéis que actualmente somos tan protectores que no les permitimos conocer sus limitaciones? ¿Qué les impedimos que experimenten? ¿Qué mermamos su creatividad? ¿Qué entorpecemos su madurez? ¿No los tratamos como niños indefensos hasta más allá de la adolescencia para luego soltarlos de golpe haciendo que se encuentren indefensos y desamparados?

sábado, 10 de septiembre de 2011

La casa... ¡y mi regalo!


Alberto no se ha quedado corto… pero tampoco se ha excedido. Lo que os cuenta es real… yo también lo he vivido.

A mí me mostró que todas las tareas diarias (cuidar de nuestra higiene, la de la casa, hacer la comida, la ropa…)  nos arrancarían tanto tiempo  que no nos permitirían descansar o disfrutar de todo lo que nos rodea (naturaleza, familia…). Y esto solo lo entenderán aquellos que no dispongan de servicios o comodidades como pasaba en la antigüedad.  Un ejemplo es el ciclo del agua: después de bombear algo de agua (escasa en ocasiones) no se podía desperdiciar nada. Teníamos que aprovechar el agua fría de la bañera de cualquiera de nosotros para fregar el suelo o lavar la ropa. Nunca se fregaban los platos o nos cepillábamos los dientes con el agua del grifo corriendo…  La televisión (mini, en blanco y negro y heredada) se dejaba de ver cuando las baterías se agotaban sin importar si el programa había terminado o no. Así que para asegurarnos no la encendíamos hasta que empezaba el programa…  Guardábamos ramitas para la salamandra… papeles… cualquier cosa que se pudiera quemar y no fuera tóxica… Sin cobertura de móviles. APRENDI A VALORAR LO QUE CUESTA TODO

Me enseñó a valorar la paz y el descanso de la naturaleza. Estar fuera en silencio escuchando los sonidos del bosque, viendo las estrellas y la luna… pasando algo de frío (en invierno no era algo sino que era frío… frío). Ahora reconozco que lo echo de menos. Sin prisas, sin ruidos, sin contaminación lumínica… ¡Durante horas!¡Solos! En más de una ocasión dormimos con el colchón de la cama en la terraza (esto también lo hemos hecho en Dosrius) casi desnudos… ¡No tiene precio! APRENDI A VALORAR LA PAZ

Un fin de semana allá aunque era trabajoso y agotador nos hacía volver como si hubiéramos estado fuera más de una semana… limpiaba nuestras mentes y nos quitaba el estrés.

En muchas ocasiones nos sentamos a darle vueltas a la casa para mejorarla. Tener más espacio… arreglar las terrazas… nos gustaba y nos sentíamos orgullosos de tener terreno pero siempre estábamos soñando con mejorarlo todo en el futuro. Ya no la tenemos… ahora miro atrás y la echo de menos… siento no haberla disfrutado más (aunque lo hiciéramos y subiéramos muy a menudo). APRENDO A VALORAR QUE HAY QUE VIVIR EL DIA A DIA Y DISFRUTARLO… Y SEGUIR TENIENDO ILUSION POR EL FUTURO PERO SIN PERDER NI UN SEGUNDO DEL PRESENTE.

Y QUE TENGO: MI FAMILIA, MIS AMIGOS... incluso MI TRABAJO... ¿Qué más puedo pedir?

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿Y porqué no puedo tener FaceBook?


¡Nos engañemos! Aunque intentamos contener a nuestros hijos, el entorno social en el que se mueven nos pone en mucha ocasiones entre la espada y la pared. Vaya por delante que, si bien el círculo social al que nuestros hijos pertenecen viene predefinido por nosotros (al escoger un barrio o un colegio determinado… al pertenecer a una familia y residir en una población determinada), ellos escogen a SUS AMIGOS de entre todos los posibles candidatos. Así, aunque estemos satisfechos y demos el beneplácito (como si eso les importara de verdad) a sus compañías, la presión que el grupo o ciertos individuos ejercen sobre nuestros hijos nos pone contra las cuerdas.

Hay una máxima que rige su comportamiento y es que deben “identificarse” con el grupo. Y eso suele traducirse en pasar desapercibidos… en hacer lo que hacen los demás... en peinarse igual… en llevar la misma ropa…  incluso en pensar lo mismo (o manifestarlo). ¡Y la tecnología no puede ser menos!

En el caso de la tecnología a medida que crecen se vuelven tecnócratas y exigentes. Si los demás tienen FaceBook, Twitter, mail y móvil con Internet… ¿Por qué yo no tengo nada de eso y mi móvil es tu antiguo zapatofono que solo sirve para hablar? ¡Pero si no hace fotos… No puedo escuchar música y suena haciendo un ring-ring que me avergüenza! Mis amigos tienen un iPhone o una BlackBerry con Messenger que…

Intentas explicarle que son accesorios que no le van a hacer especialmente feliz. Que el teléfono (de toda la vida) nada más y nada menos que sirve para comunicarse… y acabas concluyendo que prefieres gastarte lo que sea pero que salga a tomar un refresco con sus amigos y se relacione.  Ahí es donde le das los 10 Euros de rigor y lo empujas a la calle (curioso… quien lo diría).

Avanzando en la discusión llegas a oír cosas como que no disponer de toda esa tecnología no le permite estudiar y cumplir con sus compromisos escolares y sociales. Algo así como: es que si no tengo FaceBook no puedo preguntar qué deberes tenemos para mañana…  Y que en realidad es un: no me entero de lo que ha cenado esta noche “fulanito” o no me entero de los quebrantos amorosos de “menganita”. ¡Vamos a ver! ¿Pero no os pasáis todo el día juntos? ¿No habéis tenido suficiente tiempo en el patio, los pasillos, la puerta del cole e incluso la clase para que contaros vuestra vida?

¿Llegados a este punto y antes de que nuestros hijos se subleven no creéis que debemos enseñarles  a nuestros hijos a no depender hasta tal punto de la tecnología que les impida saludarse en persona, disfrutar de una terraza y un refresco… de verse… de saber articular palabras y hablar con frases coherentes? ¿De saberse comunicar en persona?

A veces tengo la sensación de que pronto nos mandaran un mail para exigirnos que les pasemos el link de la intranet familiar con el menú semanal en lugar de preguntar: ¿Qué hay para cenar mamá?

¿Sois partidarios de que vuestros hijos tengan FaceBook, Twitter… etc.? ¿Cuándo creéis que es bueno que lo tengan?

jueves, 25 de agosto de 2011

¡Mamá! ¡No quiero que se acaben nunca las vacaciones!

Se acerca el inicio de un nuevo curso y, mientras la mayoría está deseando volver al colegio para reencontrarse con sus compañeros, algunos niños se muestran inquietos y quisieran que las vacaciones fueran eternas.
   
Si bien hay motivos como la asimilación de los contenidos (su aprendizaje) y o la ejecución de las tareas que dependen mayoritaria-mente de la capacidad del niño, existen otras causas como un ambiente inadecuado en clase (ya sea entre los compañeros, con el profesor o con ambos), una carga excesiva de tareas o incluso la necesidad de imponer actividades extraescolares desmedidas para cubrir el horario laboral de los padres que pueden representar un verdadero problema para el niño.

Lo que aún puede complicar más las cosas es que el niño, por algún motivo, no sea capaz de verbalizar o reconocer qué es lo que le incomoda. Y en este sentido los padres debemos ser muy proactivos para poder detectar cualquier cambio en su comportamiento. Debemos facilitar la comunicación para que los niños se sientan cómodos y nos cuenten todo lo que les pasa.

Obviamente el primer paso para poder solucionar cualquier problema es conocer y reconocer su existencia. Debemos ayudarles a aislar el problema y a buscar soluciones implicándolos a ellos (en la medida de lo posible dado que son niños y la responsabilidad es nuestra – no debemos robarles la infancia haciéndoles madurar antes de tiempo) en la toma de decisiones. Frecuentemente ellos tendrán una propuesta que hacernos.

Así podremos ayudarles a afrontar la carga de trabajo, enseñarles a optimizar su tiempo mejorando su forma de estudiar, replantear las actividades extraescolares o buscar refuerzo de un especialista para asignaturas concretas, ect.

Pero ¿Qué pasa cuando el alumno tiene un conflicto con el profesor? ¿Qué pasa cuando, desde el primer momento, no se han caído bien? ¿Cuándo se trata de pura química y de caracteres contrapuestos? ¿Cuándo las calificaciones del niño son adecuadas, su comportamiento correcto, pero cada lunes te mira y te dice que no quiere estar en esa clase?

De una parte tenemos que animar al niño a trabajar bien esforzándose y recordándole que su labor se verá recompensada, recordarle que debe respetar a su profesor. Que estudiar y aprender es bueno para él y su futuro.

Pero también deberíamos hablar con el profesor. Ese es nuestro compromiso con el niño dándole respaldo y haciendo que se sienta seguro. Pero aún se complica más cuando éste último paso (por muy bien planteado que esté) resulta contraproducente para el niño dado que la percepción del profesor respecto al niño cambia negativamente y en consecuencia su comportamiento hacia él. ¿Le has dicho a mi profesor que me cae mal? ¿Mamá porque se lo has dicho? Yo solo dije quería ir a la otra clase… No olvidemos que el niño (porque es capaz y venciendo una presión que podría haberle mermado) supera el curso con buenas notas.
 
Y ahora se nos plantea el dilema… ¿Y qué pasa si el año que viene sabes con certeza que va a volver a tener a ese profesor? Ya no podrás decirle al niño: tranquilo cariño que este año seguro que va mejor…

¡Nos hemos quedado sin argumentos! ¡Y el niño sin resistencia!  ¿Y ahora qué?

martes, 28 de junio de 2011

El trabajo en equipo... versión española!

Ayer por la tarde mis 5 hijas me sorprendieron con esta imagen.

Son cinco criaturas que lo tienen todo: Unos padres que les dan cariño y que satisfacen todas sus necesidades, salud, amigos, un buen colegio... y todos los juguetes y tecnología a su alcance. Por circunstancias varias (ya sabemos los eventos que a lo largo del año se suceden y que incrementan los activos "juguetiles" de los niños) en casa, actualmente, mis hijas disponen de: 4 ordenadores portátiles y 1 equipo de sobremesa, 4 Nintendo DS, 1 PSP, 1 PS2, 1 móvil de última generación que hace un montón de cosas que mi BlackBerry no alcanza ni a imaginar... iPods y dispositivos de música varios y ¡yo que sé que más!

Cuando las vi me entraron ganas de reirme. Estaban jugando con un portátil obsoleto (que no tiene pantalla porque murió en acto de servicio laboral y que está conectado a la tele)... Éste no estaba en el inventario anterior y es el que nos sirve para navegar por Internet a todos juntos y disfrutar de YouTubes y varios cuando nos sentamos en familia en el sofá.

¡A lo que iba! Lo primero que me vino a la cabeza fue:

¡Madre mía! Esto es un claro ejemplo del modelo de trabajo en España y me empecé a reir yo sola (para asombro de mis niñas) escenificando los ejemplos que hemos visto en muchas ocasiones... a saber:
  • 3 operarios con una escalera: 1 trabaja y 2 sujetan la escalera
    (o eso parece).
  • 3 operarios con un martillo pneumático: 1 trabaja y 2 contemplan
    y "asesoran".
  • 28 empleados en un despacho: 5 curran y 23 toman café en el office.

Así volví a visualizar que desde muy pequeños ya tenemos un modelo de juego que nos lleva inexorablemente a convertirnos en adultos poco efectivos.

En el modelo español de juego:
  • 2 juegan y 3 miran, gritan... saltan y se encojen esquivando las balas como si jugaran. ¡Lo que daria por verlas jugar con el CollinMcRae... Esquivando árboles y tomando curvas al únisono!
Ya me estaba desternillando por el suelo cuando volví a mirarlas y lo entendí. En este caso... ¡Es trabajo en equipo! ¡Es amor por el prójimo y ganas de compartir aquello que nos gusta con los que queremos! Tenían establecidos unos turnos perfectos, claros y efectivos donde los dos jugadores concurrentes se complementaban a la perfección para ganar la partida. Donde los demás, a falta de recursos (dado que éste juego es de dos jugadores) se están formando y disfrutando... están aportando ideas para mejorar el método... ¡Un auténtico brainstorming! Sólo habla el que tiene algo que decir que mejore los procesos o para animar al equipo. ¡Brutal!

Y del salón salí diciendo... ¿Qué se nos escapa en la adolescencia que nos convierte en bichos competitivos hasta el punto de entorpecernos y torpedearnos unos a otros? ¿Qué hace que otros se conviertan en profesionales ociosos sin orgullo por su trabajo sea cual sea el que desempeñen?

¡Tengo el deber que ayudarles a conservar los valores, aptitudes y actitudes que ahora tienen!
Y si descubro que hago alguna cosa realmente mejor que no estropee lo que ahora tienen... ¡enseñársela!