martes, 1 de noviembre de 2011

Las 10 reglas de oro para sobrevivir a una Gran Familia - Parte I

Siempre me he caracterizado por añadirme una carga extra a cualquier tarea o deber que tuviera que desempeñar. Así, si tocaba hacer 30 flexiones yo me autoimponía 35, siempre llevaba y traía todos los libros por temor a no tener todo el material (esto me destrozó la espalda), repetía los apuntes hasta dejarlos impecables, leía tres libros por semana cuando los demás necesitaban tres semanas para leer uno… toda la vida me he esforzado por destacar con el esfuerzo adicional que eso acarrea. En general es bueno superarse pero ha habido muchos momentos en los que me ha pesado –esto es una confesión en toda regla– y no he sido capaz o ya era demasiado tarde para tirar la toalla y abandonar la proeza. Ahora soy práctica y capaz.
Como no podía ser de otra manera… tengo más hijos que la media (afortunadamente no tengo ningún familiar directo de mi generación con más de cinco hijos…)  Y como tampoco puede ser de otro modo, hay ocasiones en las que me pesa. No obstante, a diferencia de todo lo anterior, mi familia es lo mejor que me ha pasado en la vida. ¡Las adoro! 
Para poder sobrellevar la carga que supone ser su madre cuento con un entrenamiento excepcional, con el gran amor que siento por ellas y con una serie de reglas de sentido común que me hacen la vida más fácil y que os quiero compartir. La mayoría son de manual pero intentaré trasladaros también algunos trucos que me permiten hacer varias cosas simultáneamente.






Mis reglas básicas:
  1. Hay que compartir la responsabilidad y las tareas entre todos los adultos que conviven en la familia: el padre, la madre… los abuelos. Y digo “conviven” porque la unidad familiar está compuesta por todos los que viven bajo el mismo techo y debería ser autosuficiente. Contar con otros familiares o personas externos es de gran ayuda pero supone un riesgo. Lo ideal sería que cualquiera de los adultos fuera capaz de manejar la situación por sí solo de manera que, aunque acostumbren a haber roles asignados, todos saben hacer de todo. ¡Mucho más flexible! ¡Ideal cuando uno de los dos viaja!
  2. Es fundamental establecer una rutina que permita a los niños adelantarse al siguiente paso.  De este modo no hay sorpresas y se pueden evitar con mayor facilidad disputas y peloteras cada vez que se debe iniciar algo. Todos somos, en cierta medida, reacios al cambio (por pereza, por cansancio, porque ahora estamos entretenidos…) y en especial los niños. Resulta mucho más fácil discutir quién es el primero en entrar en la bañera (lo que ya da por supuesto que hay que bañarse) que ponerse a razonar cada día si es conveniente o no hacerlo.
  3. Las tareas se pueden simultanear. Es importante pararse en algún momento a pensar cuáles y cuándo pero el ritmo del día a día nos da una pista. Si trabajamos fuera de casa, las obligaciones deben concentrarse en un espacio de tiempo más corto y esto resulta entonces vital. Recomiendo observar los tiempos que tardan las máquinas y acostumbrarse a no moverse de una habitación a otra con las manos vacías.
  4. Es imprescindible aprender a delegar y confiar en los pequeños. Aunque nosotros hagamos las cosas mejor y más rápido la participación de los hijos en el desempeño de algunas las tareas permite repartir la carga del hogar y les enseña a valorarlas y respetarlas. Pueden hacer las camas, poner la mesa, tender la ropa, dejar recogidas las estancias por las que pasan, ayudar a preparar las comidas, salir a comprar el pan… etc.  ¡Son capaces! 
Y algunos trucos: 
  • Cuando en alguna ocasión tengo a una niña en la bañera y no me queda más remedio que hacer al mismo tiempo otra cosa (vestir a las demás, asegurarme de que no se quema la cena, poner tiritas a una niña que se ha cortado con el filo del papel…) la hago cantar. En caso de que dejara de cantar me pegaría una carrera hasta el baño. Nunca ha pasado.
  • Hacer que los niños hagan los deberes juntos crea un buen ambiente de estudio, favorece la colaboración entre ellos y permite que podamos atenderlos a todos mientras realizamos alguna tarea en la misma sala. Yo suelo trabajar con el ordenador, leer o doblar ropa y contesto a las preguntas después de preguntar a los demás… así hago que las mayores piensen y refresquen conocimientos de cursos anteriores.
  • Tengo dos estantes llenos de todo tipo de material escolar básico para los imprevistos. Cartulinas, papeles de colores, etc. Aprovecho ofertas de las grandes superficies y lo voy reponiendo a medida que lo usan.
  • En la nevera tengo esquemas con los horarios y las actividades extra-escolares. Piscinas, chándales… etc.  Con los años he reservado unos cajones que tienen los bañadores, toallas, gorros, chándales y varios para todas. Así si en alguna ocasión no está aún limpio algo pueden usar la pieza de alguna de las hermanas que se ajuste lo suficiente.
  • Dado que en el fin de semana tenemos más tiempo, aprovechamos para atenderlas especialmente. Suelo lavarles yo la cabeza a todas, les corto las uñas, repaso el pelo, busco piojos… y les pongo crema hidratante. Al hacerles el masaje con la crema tengo la oportunidad de dedicarles un tiempo de mimos y “cuento pupas”. Es una forma de ver que están bien y sanas. Mi marido suele jugar con las demás mientras tanto.
  • Cada día alguno de nosotros es el protagonista del día. Así intentamos garantizar que, a lo largo de la semana, todos recibimos el cariño de todos. Ese día, durante un rato, tocan caricias en el pelo sentados en el sofá y mimos, algún cuento… etc.

… Continuará…