martes, 25 de octubre de 2011

¡Cuando los profesores imponen sus propios limites! Un sistema imperfecto...

Es frecuente que nuestros hijos nos puedan explicar anécdotas de lo más variopinto que les suceden a lo largo del día. En ocasiones, como madre, me hierve la sangre cuando me entero de que se ha producido una injusticia y de que mis hijos no han sido capaces de “luchar” o argumentar como adultos lo que viven como niños. Siempre, en primera instancia, evito desautorizar al profesor… la verdad suele estar a mitad de camino de ambos y en cualquier caso es un adulto formado en quien confío. En cualquier caso, mi respuesta a mis hijos suele ser algo similar a: habla con más calma del tema con el profesor o escríbele una nota.

Escribir una nota les permite sintetizar y formalizar su pensamiento y les proporciona el tiempo suficiente para poderse explicar sin interrupciones. No olvidemos que son niños y que les podemos hacer perder el hilo de cualquier exposición con mayor facilidad. Los podemos “despistar” y desenfocar con facilidad. Escribiendo son atendidos hasta el último “punto y final”. Además al escribir será más difícil que puedan incurrir en alguna falta de comunicación o que puedan utilizar palabras malsonantes… ¡Es más formal!

No soy una niña pero… En este caso, el esfuerzo deberé hacerlo yo, dado que se me han ocurrido un montón de barbaridades al enterarme de que un profesor ha dicho en clase que él nunca pone un 10 (escala de calificación escolar habitual y que se utiliza en todo el resto de colegio) dado que considera que “la perfección no existe”. Pobres Dalí, Picasso, Rembrant… Leonardo DaVinci. No quiero ni pensar cómo se lo iban a tomar los filósofos como eternos buscadores de la verdad… o los “exactos” matemáticos… Los físicos lo encajarían mejor con un “todo es relativo: su 9 es mi 10”.

Se me ocurren un montón de argumentos por los que el profesor debería replantearse esta “mágica regla” autoimpuesta. Sólo os traslado los tres más importantes:

  1. Si bien la perfección no existe (y sólo se le atribuye a Dios) entiendo que si puede puntuarse con la máxima calificación un trabajo. Deduzco que un bien merecido 10 vendrá establecido por un conjunto de factores que se valorarán tales como la realización del ejercicio, presentación del mismo, su entrega en el plazo estipulado, etc.  y que han resultado ser  “excelentes”.
  2. Es importante que el maestro tenga en cuenta que, si bien los niños deben aprender a aceptar sus errores y la derrota cuando no hacen bien las cosas (no hay medalla para el cuarto en una carrera), es muy importante premiarles y reconocerles el esfuerzo plenamente. En última instancia… si nunca van a poder alcanzar el deseado 10 ¿para qué esforzarse al máximo? Deseamos que nuestros hijos sean los mejores y se esfuercen cada día por hacer las cosas mejor pero aún no tienen la madurez necesaria como para “palmearse” ellos solitos por sus logros. Solo falta que sientan el peso de la injusticia que se cierne sobre ellos porque hay alguien que no quiere valorar por principios su “excelente” desempeño. En una carrera: este profesor no hará medallas para el primer premio, ¿o si?
  3. Su nota, la nota de su asignatura, cuenta en el promedio de todo el resto de las calificaciones que el niño obtiene a lo largo del curso. Por poco que pueda parecer, promediar con un 9 ó un 10 puede hacer no sólo que el niño tenga una mejor nota de curso sino incluso que pueda superarlo (no es lo mismo un 4,5 que un 5). Llegados a este punto, si al final el profesor votara a favor para darle un empujoncito reconociendo que era un alumno de 10 en su asignatura y así aprobarlo, no me parecería justo. Sería discriminatorio con el resto. No hay que enmendar lo que no se hace mal.


Una cosa es indudable… la perfección no existe lo que queda patente en el momento en que un maestro, unilateralmente y al margen del sistema educativo decide aplicar su propio “librillo” y se saca de la manga una norma que únicamente puede conformar a los mediocres.

Si mi hija es excelente… ¡Por favor! Pónganle el 10 que se merece.

Mientras tanto y con el permiso de todos… creo que en una escala del 0 al 10… ¡al maestro lo voy a suspender!  

miércoles, 12 de octubre de 2011

¡Los profesores de lengua! Cuando el insulto sólo es una mera acepción…

Lo cierto es que siempre me han gustado las letras aunque mis estudios y mi carrera profesional me hayan llevado más cercana al camino de las ciencias. Jugando al Trivial jamás escogería marrón, azul o amarillo ¡sin duda verde! o naranja o rosa… al final ¡supongo que se un poquito de todo y un muchito de nada! Y no suelo perder… ¡o no por goleada! 

¡Volviendo a la lengua! En este momento siento compasión por los profesores de lengua ya que tendrán que dedicar aún más minutos lectivos a explicarles a los niños cómo interpretar correctamente una acepción. Esto ya lo hacen… pero deberán implicarse más y, seguramente, ponerse de acuerdo con otros docentes (ética, religión o ciencias naturales…) para poder establecer un plan curricular adecuado que permita a los niños utilizar correctamente el diccionario (rico donde los haya)… Y me explico:

Como ya sabréis, se da el caso de que se ha revocado la condena de un hombre por amenazas a su mujer dado que el término “zorra” no tiene porqué utilizarse con menosprecio o ser un insulto, sino que puede ser una mera calificación que hace referencia a su astucia…  Se me hace difícil pensar que un señor reincidente y con antecedentes por un delito de malos tratos en el ámbito de la familia, estaba piropeando a su mujer. Pero ni soy juez, ni tengo todos los datos necesarios para valorarlo.

A lo que iba… Decidme ahora cómo les explico yo a mis hijas que incluso con independencia del contexto de la frase (esto va en contra de lo que mis profesores de lengua me explicaron de pequeñita - pero ya no hay EGB sino EP y ESO) deben tener la mente abierta y no contestar hasta procesar todas las posibles interpretaciones de cualquier barbaridad que les suelten.

Es más, una vez procesada toda esa información, como la gente es buena por naturaleza y el/la energúmeno/a que tienen delante seguro que es una bellísima persona con buenas intenciones, siempre deberán escoger la interpretación más cordial y bondadosa. ¡Ánimo “zorritas” (1) mías que esto sólo es un piropo… ¡Le dais un fuerte abrazo al/la “cabroncete/a” (2) que tenéis delante y tan amigos!

Más aún (y puestos a ser precavidos…) yo involucraría también a los profesores de psicomotricidad y deporte para que puedan explicarles con detalle a los niñ@s la diferencia que puede existir entre algún tortazo o golpe involuntario durante la práctica de cualquier deporte (en casa se hace mucho: flexiones delante de la lavadora, estiramientos para tender la ropa, pesas con las cacerolas y cacharros que metemos en el lavaplatos… abdominales en el sofá para alcanzar la jarra de cerveza de la mesa del salón, etc.) o una “pequeña” paliza. ¡Ay!.. ¡No! Si le estaba acariciando la carita y al estornudar el hice un moradito de nada… ¡Así hasta 25 estornudos! Esta alergia...


(1) Figurativo: Persona astuta y solapada.
(2) Coloquial: Dicho de un hombre: Experimentado y astuto.

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Tienen claro nuestros hijos lo que se espera de ellos?

La historia que ahora os voy a contar es real y supuso un cambio importante en mi forma de estudiar y de plantear razonamientos. De enfrentarme a los problemas…

Siempre he sido una estudiante correcta (habitualmente con una media de Notable). Cuando llegue a 2º (o 3º) de BUP y estudiando Ciencias Puras, tropecé con M.A. Era una mujer pausada y rigurosa que nos impartía Filosofía y aprendí mucho de ella…

Los primeros dos trimestres y con una trayectoria general bastante correcta me suspendió con un “Muy Deficiente” 1T y posteriormente con un “Insuficiente” 2T. Para mí fue una gran decepción porque había estudiado en ambos casos y, especialmente, en el segundo.

Desesperada porque no era capaz de remontar la asignatura y viendo que iba a suspender el curso decidí solicitarle una entrevista para justificarme y decirle que estudiaba y para que me explicara qué debía hacer para aprobar su asignatura.

Su respuesta fue que, efectivamente, ella ya veía que yo estudiaba y que además me había esforzado pero que ella pretendía que fuéramos más allá. Su interés era que nos imbuyéramos en la propia asignatura hasta el punto de asimilar y replicar su forma de hacer. Es decir, deseaba que fuéramos críticos y filósofos en prácticas. Que nos aventuráramos a opinar sinceramente (a riesgo de emitir una opinión en contra de lo que ella o la mayoría pensaban) apoyándonos en todo lo aprendido durante el curso. Mencionando pensamientos y filosofías de los ilustrados… etc. Al entenderlo se me abrió el cielo… ¡Por fin sabía lo que debía hacer para aprobar!

El tercer trimestre conseguí un Notable (aspirando únicamente a aprobar) y recuperé y aprobé el curso con un promedio de Bien. Posteriormente en selectividad conseguí un 9,8…

Me enseño a pensar y razonar. A exponer de forma ordenada y respaldada las opiniones que tenía… a estudiar de un modo aplicado y creativo.

Cuando a mis hijas se les “atraganta” una asignatura les pregunto:  -¿Qué espera tu profesora que hagas para aprobar?  Y siempre me contestan: -Pues que estudie… (Y me pregunto: ¿Seguro? ¿Sólo eso? ¿Empollar, vomitar y olvidar?)

¿Tienen claro nuestros hijos lo que se espera de ellos? ¿Enseñamos a nuestros hijos a pensar y expresarse… a opinar? Y cuando no atinan con algo… ¿Les animamos a informarse y hablar para averiguar el: cómo, porqué, cuándo… etc.?

martes, 4 de octubre de 2011

“¿No ve lo que hace su hija? Se puede hacer daño…”

En muchas ocasiones nos encontramos con que los niños tienen un potencial que para nosotros resulta sorprendente. Nos superan. ¡Casi dan miedo! No siempre tengo la sensación de poder ser capaz de darles siempre una respuesta… saben más que yo. Son más inquietas, más inteligentes, están más informadas…

Suelo encontrarme con personas que se escandalizan porque parece que el dar libertad a nuestros hijos es una irresponsabilidad. No podemos dejar que suba al tobogán sola porque se caerá… He oído muchas veces que me decían “¿No ve lo que hace su hija? Se puede hacer daño…”

Aunque mi respuesta normalmente acostumbra a ser algo parecido a un “No me quedan manos porque son 5” y gano con ello una mirada confusa pero bastante compasiva; en realidad pienso que las conozco, a cada una de ellas, conozco su potencial, las he visto hacer ese ejercicio muchas veces y lo “dominan”. Me parece sano que asuman ciertos retos y que la creatividad les lleve a probar acrobacias como ésta. ¡Me divierte! Yo era igual y mis padres me dejaron cuerda…

Por otra parte suelen ser chiquilladas que les permiten conocer sus propios límites. Lo curioso es que empezaron subiendo un palmo, dos palmos y al ver que podían hacerlo me preguntaron… ME LO PREGUNTARON (aquí está el secreto – si es razonable las dejaré y ayudaré) yo estaba cerca y les dije que las sujetaba si se resbalaban. Ahora el único límite es que NO es correcto porque las paredes se manchan… Y LA GENTE NO LO ENTENDERIA.

Obviamente, descartando aquellas actividades que son realmente peligrosas: no las dejaría asomar medio cuerpo por una ventana, caminar sobre la barandilla del balcón, meter las manos en el horno, introducir unas tijeras en un enchufe, consumir drogas… etc., creo que no deja de ser otro ensayo.

Realmente… ¿No creéis que actualmente somos tan protectores que no les permitimos conocer sus limitaciones? ¿Qué les impedimos que experimenten? ¿Qué mermamos su creatividad? ¿Qué entorpecemos su madurez? ¿No los tratamos como niños indefensos hasta más allá de la adolescencia para luego soltarlos de golpe haciendo que se encuentren indefensos y desamparados?