Es frecuente que nuestros hijos nos puedan explicar anécdotas de lo más variopinto que les suceden a lo largo del día. En ocasiones, como madre, me hierve la sangre cuando me entero de que se ha producido una injusticia y de que mis hijos no han sido capaces de “luchar” o argumentar como adultos lo que viven como niños. Siempre, en primera instancia, evito desautorizar al profesor… la verdad suele estar a mitad de camino de ambos y en cualquier caso es un adulto formado en quien confío. En cualquier caso, mi respuesta a mis hijos suele ser algo similar a: habla con más calma del tema con el profesor o escríbele una nota.
Escribir una nota les permite sintetizar y formalizar su pensamiento y les proporciona el tiempo suficiente para poderse explicar sin interrupciones. No olvidemos que son niños y que les podemos hacer perder el hilo de cualquier exposición con mayor facilidad. Los podemos “despistar” y desenfocar con facilidad. Escribiendo son atendidos hasta el último “punto y final”. Además al escribir será más difícil que puedan incurrir en alguna falta de comunicación o que puedan utilizar palabras malsonantes… ¡Es más formal!
No soy una niña pero… En este caso, el esfuerzo deberé hacerlo yo, dado que se me han ocurrido un montón de barbaridades al enterarme de que un profesor ha dicho en clase que él nunca pone un 10 (escala de calificación escolar habitual y que se utiliza en todo el resto de colegio) dado que considera que “la perfección no existe”. Pobres Dalí, Picasso, Rembrant… Leonardo DaVinci. No quiero ni pensar cómo se lo iban a tomar los filósofos como eternos buscadores de la verdad… o los “exactos” matemáticos… Los físicos lo encajarían mejor con un “todo es relativo: su 9 es mi 10”.
Se me ocurren un montón de argumentos por los que el profesor debería replantearse esta “mágica regla” autoimpuesta. Sólo os traslado los tres más importantes:
- Si bien la perfección no existe (y sólo se le atribuye a Dios) entiendo que si puede puntuarse con la máxima calificación un trabajo. Deduzco que un bien merecido 10 vendrá establecido por un conjunto de factores que se valorarán tales como la realización del ejercicio, presentación del mismo, su entrega en el plazo estipulado, etc. y que han resultado ser “excelentes”.
- Es importante que el maestro tenga en cuenta que, si bien los niños deben aprender a aceptar sus errores y la derrota cuando no hacen bien las cosas (no hay medalla para el cuarto en una carrera), es muy importante premiarles y reconocerles el esfuerzo plenamente. En última instancia… si nunca van a poder alcanzar el deseado 10 ¿para qué esforzarse al máximo? Deseamos que nuestros hijos sean los mejores y se esfuercen cada día por hacer las cosas mejor pero aún no tienen la madurez necesaria como para “palmearse” ellos solitos por sus logros. Solo falta que sientan el peso de la injusticia que se cierne sobre ellos porque hay alguien que no quiere valorar por principios su “excelente” desempeño. En una carrera: este profesor no hará medallas para el primer premio, ¿o si?
- Su nota, la nota de su asignatura, cuenta en el promedio de todo el resto de las calificaciones que el niño obtiene a lo largo del curso. Por poco que pueda parecer, promediar con un 9 ó un 10 puede hacer no sólo que el niño tenga una mejor nota de curso sino incluso que pueda superarlo (no es lo mismo un 4,5 que un 5). Llegados a este punto, si al final el profesor votara a favor para darle un empujoncito reconociendo que era un alumno de 10 en su asignatura y así aprobarlo, no me parecería justo. Sería discriminatorio con el resto. No hay que enmendar lo que no se hace mal.
Una cosa es indudable… la perfección no existe lo que queda patente en el momento en que un maestro, unilateralmente y al margen del sistema educativo decide aplicar su propio “librillo” y se saca de la manga una norma que únicamente puede conformar a los mediocres.
Si mi hija es excelente… ¡Por favor! Pónganle el 10 que se merece.
Mientras tanto y con el permiso de todos… creo que en una escala del 0 al 10… ¡al maestro lo voy a suspender!